domingo, 26 de enero de 2014

Montañeando I: Monte Julio

Sábado 25 de enero. El día amanece gris y quizás llueva, pero tenemos un objetivo.

Salimos de la City a las 11:33. La fuerte ventolera casi provoca que mi colega cuadrúpedo, pasada la Cruz de Ujué, haga parte del camino volando. Pero, como hormiguitas, nos aferramos al suelo, y seguimos.

Por las pistas llegamos al bonito sendero que sale desde las proximidades de Amatriain, señalizado como recorrido corto (verde y blanco), y tiramos monte arriba, hacia San Pelayo. Esta parte del recorrido parece un película de vaqueros: tiros por todas partes y gritos no muy lejanos. Digo yo que en el camino estaremos más seguros que en el campamento indio.

En un momento, junto a la valla que hay en el límite del camino, a unos cinco metros, aparece el señor jabalí, apresurado. Se nos queda mirando un momento. "Tranquilo, somos legales", le digo con la mirada. Aunque después de la breve parada, sigue corriendo y se come la valla con los morros. Pero en un ágil movimiento, juramentos de jabalí de por medio, se da la vuelta y se marcha por donde ha venido. Le oímos murmurar: "¡hasta luego! ¡hasta luego!" Y al poco un primo lejano de mi colega aparece galopando, del mismo lado de la valla que el regordete jabalí: "¡¿Dónde está el señor jabalí?! ¡¿Dónde está el señor jabalí?!" Pero, jadeando como va, no se detiene, y no nos da tiempo ha responder.

A las 12:36 llegamos a lo alto del camino, habiendo dejado poco antes el desvío a San Pelay. Esta vez vamos con rumbo este, y tras dejar a dos señores vestidos de naranja y a un francotirador regordete y veterano al borde del camino y con su gorro para la lluvia bien calado en el cogote, todo está despejado.

Aunque estas dos fotos son de la semana pasada, se ve que el viento ha campado a sus anchas también por las alturas valdorbesas (y el crujir de los pinos nos los recuerda). Eso o han puesto (¡por fin!) señales saltarinas, que se retiran cuando no hay tráfico.


El caso es que, andando andando, llegamos (~13:30) a la borda sobre Uzquita (o lo que queda de ella), y decidimos tomar el desvío a la derecha, siguiendo la continuación pista blanca que sube desde este pueblo. Y caminando junto a más molinos, viendo a los caballos hacer el vago en la hierba y saludando a un transeunte parado que almuerza lo que parece ser queso, y que hace que mi estómago me reprenda ("deberías haberte cogido algo para ti, y no sólo las p###s galletas de este"), llegamos a un sendero que sale a la izquierda de la gran avenida que es la pista que lleva a Guerinda (ver ciclorrutas III y IV).

Sabemos a dónde queremos llegar, pero no dónde está, con exactitud. Mas por lo visto en los mapas, debe andar cerca. Seguimos este sendero poco transitado, hoy cubierto de un barro bastante resbaladizo, y subiendo un poco más... ¡Eureka! ¡Lo encontré!



 Nos ha costado lo nuestro, pero por fin ha aparecido Monte Julio (998msnm), cima esquiva en los viajes sobre ruedas.

Satisfecho el objetivo principal (14:26), allí, en la muga de la Valdorba, volvemos sobre nuestros pasos, caminando bajo los molinos, y llegándonos de nuevo a la borda desmontada sobre Uzquita (15:15).

Una breve parada y continuamos por el camino que va desde allí hasta San Pelayo. Por el camino encontramos a alguno más de los tipos disfrazados de butaneros, que están de recogida canina.

Hacia las 16:20 subo los peldaños de la atalaya que es el vértice geodésico de San Pelay, y una vez más Izaga se alza a lo lejos, y más allá, en el horizonte, al este, las cumbres canosas del Pirineo. Al bajar, el banco de piedra de la ermita se hace cómodo después de la caminata, pero pensar en el sofá de casa se hace todavía más cómodo, así que sobre las 17:30 llegamos a puerto, hasta la próxima vez, cumpliendo en esta ocasión el objetivo secundario de llegar -hoy sí- antes de acostarse el sol.

En conclusión, hemos encontrado el monte escondido, dado un buen paseo y cumplido con el horario establecido. Así que podemos decirlo alto y claro:


¡Hasta la próxima!

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